domingo, 30 de noviembre de 2008

+ y + Ballard


Acróbatas y mendigos

Pierrot y pirata, los padres de Jim estaban en silencio mientras partían hacia Hungjao, un distrito rural a ocho kilómetros al oeste de Shanghai. Habitualmente la madre advertía a Yang que evitara al viejo mendigo en el final del camino de acceso. Pero mientras Yang hacía girar el pesado coche al pasar el portal, deteniéndose apenas antes de acelerar por la Avenida Amherst, Jim vio que la rueda delantera aplastaba el pie del anciano. Ese viejo mendigo había llegado dos meses antes, un lío de harapos vivientes cuyas únicas posesiones eran una deshilachada estera de papel y una lata vacía de Craven A que sacudía ante la gente que pasaba. Jamás se movía de la estera; defendía ferozmente su territorio fuera de las puertas del tai-pan. Ni siquiera Boy y Coolie Número Uno, el sirviente y el pinche de cocina principal, habían logrado desalojarlo.
Sin embargo, el puesto no había rendido gran beneficio al anciano. Ese invierno era duro en Shanghai, y después de una semana de frío el viejo estaba demasiado fatigado para alzar la cajita. Jim estaba preocupado por él, y la madre le dijo que Coolie le había llevado un bol de arroz. Después de una fuerte nevada, una noche a principios de diciembre, la nieve se acumuló en un grueso cobertor del que emergía el rostro del anciano, como un niño dormido bajo un edredón. Jim se dijo que no se movía porque estaba caliente debajo de la nieve.
Había muchos mendigos en Shanghai. Estaban junto a las puertas de las casas de la Avenida Amherst, sacudiendo las latitas de Craven A como fumadores arrepentidos. Muchos mostraban horribles heridas y deformidades, pero esa tarde nadie reparaba en ellos. Refugiados de los pueblos y ciudades alrededor de Shanghai afluían a la ciudad. Carros de madera y rickshaws se amontonaba en la Avenida Amherst, cada uno cargado con las posesiones completas de una familia campesina. Niños y adultos se encorvaban debajo de los fardos atados a las espaldas, empujando las ruedas con las manos. Los coolies de los rickshaws tiraban de las varas, cantando y escupiendo, las venas gruesas como dedos apretadas sobre los hinchados tobillos. Empleados subalternos empujaban bicicletas cargadas de colchones, cocinas de carbón y sacos de arroz. Un mendigo sin piernas, el tórax metido en un enorme zapato de cuero, se adelantaba por la calle entre la maraña de ruedas con una pesa de gimnasia de madera en cada mano. Escupió y golpeó el Packard cuando Yang intentó apartarlo del rumbo del coche, y luego se desvaneció entre las ruedas de los taxis triciclos y los rickshaws, confiado en su retiro de polvo y saliva.
Cuando llegaron al comienzo del Gran Camino del Oeste, hacia la Zona Internacional, una cola de coches esperaba a ambos lados del puesto de control. La policía de Shanghai había abandonado todo intento de controlar la muchedumbre. El oficial británico fumaba un cigarrillo en la torreta de su tanque, mientras contemplaba a los miles de chinos que pasaban deprisa. De vez en cuando, como para mantener las apariencias, el suboficial sij de turbante caqui se inclinaba hacia abajo y azotaba la espalda de algún chino con su vara de bambú.
Jim miró a los policías. Le fascinaban los brillantes correajes Sam Browne de esos hombres sudorosos y demasiado gruesos, los alarmantes genitales que exhibían libremente cuando orinaban, las pulidas pistoleras que contenían toda su virilidad. Jim quería usar algún día una pistolera, sentir un enorme revólver Webley apretado contra el muslo. En el guardarropa de su padre, entre las camisas, Jim había encontrado una pistola automática Browning, una obra de joyería que se parecía al interior de la cámara filmadora de sus padres que una vez había abierto accidentalmente, exponiendo metros y metros de película. Era difícil imaginar que esas balas en miniatura pudieran matar a nadie, y menos a los duros líderes obreros comunistas.

En cambio, las pistolas Máuser que usaban los suboficiales japoneses eran todavía más imponentes que los Webley. Las pistoleras de madera les colgaban hasta las rodillas, casi como fundas de rifle. Jim examinó al sargento japonés del puesto de control, un hombre pequeño pero vigoroso que empleaba los puños para apartar a los chinos. Estaba casi sumergido entre los campesinos que pugnaban empujando carros y rickshaws. Tim, sentado junto a Yang en el Packard, apretaba con fuerza el avión de madera de balsa mientras esperaba a que el sargento sacara el Máuser y disparara un tiro al aire. Pero los japoneses no malgastaban municiones. Dos soldados despejaron el terreno alrededor de una campesina cuyo carro se había volcado. Bayoneta en mano, el sargento dio un tajo a un saco de arroz, y lo desparramó alrededor de los pies de la mujer. Ella temblaba y emitía una llorosa melopea, entre las hileras de lustrosos Packards y Chryslers con pasajeros europeos en traje de disfraz.
¿Habría tratado de contrabandear un arma en el puesto de control? Había multitud de espías comunistas y del Kuomintang entre los chinos. Jim compadecía a la campesina, que probablemente sólo poseía ese saco de arroz, pero al mismo tiempo admiraba a los japoneses. Le gustaban la bravura y el estoicismo de estos hombres y su tristeza, que tocaba una cuerda extraña en Jim, quien nunca estaba triste. Los chinos, él los conocía bien, eran gente fría y con frecuencia cruel, pero a su modo superior se mantenían juntos, en tanto que cada japonés estaba solo. Todos éstos llevaban siempre fotos de familias idénticas, copias pequeñas y formales, como si el ejército japonés íntegro hubiese sido reclutado únicamente entre los clientes de los fotógrafos de plaza.
En sus recorridos en bicicleta por Shanghai —que sus padres ignoraban—Jim pasaba horas en los puestos japoneses de control, y de vez en cuando lograba ganarse la simpatía de algún soldado aburrido. Ninguno de ellos quería mostrarle nunca sus armas, como hacían los tommies británicos de las casamatas protegidas por bolsas de arena del Bund. Los tommies que descansaban en las hamacas, despreocupados de la vida portuaria de alrededor, permitían a Jim manipular el cerrojo de los rifles Lee-Enfield y limpiar los cañones con la baqueta. A Jim le gustaban los tommies y aquellas voces extrañas que hablaban una y otra vez de una misteriosa, inconcebible Inglaterra.
Pero si había guerra, ¿podrían derrotar a los japoneses? Jim lo dudaba, y sabía que también su padre lo dudaba. En 1937, al comienzo de la guerra con China, doscientos infantes de marina japoneses habían remontado el río y se habían hundido en las playas de fango negro debajo de la hilandería de su padre en Pootung. Claramente visibles desde la suite de sus padres en el Palace Hotel, los japoneses habían sido atacados por una división de tropas chinas mandadas por un sobrino de Madame Chiang. Durante cinco días combatieron desde unas trincheras que se llenaban de agua durante la marea alta; luego avanzaron con las bayonetas caladas y derrotaron a los chinos.
La cola de coches avanzaba a través del puesto de control, llevando grupos de europeos y americanos que llegarían tarde a sus fiestas de Navidad. Yang arrimó el Packard a la barrera, silbando de miedo. Ante ellos había un gran Mercedes luciendo gallardetes con la esvástica, repleto de jóvenes alemanes impacientes. Pero los japoneses registraron el coche con el mismo celo.
La madre le puso la mano en el hombro.
—Ahora no, querido. Podría asustar a los japoneses.
—Eso no los asustaría.
—Jamie, ahora no —repitió el padre, y agregó con inusitado humor—: Podrías incluso iniciar la guerra.
—¿De veras? —La idea intrigó a Jim. Bajó su avión. Un soldado japonés pasaba la bayoneta del rifle por encima del parabrisas, como si cortara una red invisible. Jim sabía que luego se asomaría por la ventanilla, exhalando un aliento fatigado en el interior del Packard, y ese olor amenazante de los soldados japoneses. Cuando eso ocurría, todo el mundo se quedaba quieto, como si a cualquier movimiento pudiera seguir una breve pausa y luego una violenta respuesta. El año anterior, cuando él tenía diez años, casi le había provocado un ataque cardíaco a Yang poniendo el Spitfire metálico en la cara de un cabo japonés mientras canturreaba «Ra-ta-ta-ta-ta...». Durante casi un minuto el cabo había mirado al padre de Jim inexpresivamente, asintiendo con lentitud. El padre tenía aspecto de hombre fuerte, pero Jim sabía que era sólo esa especie de fuerza que venía de jugar al tenis.
En esa ocasión, Jim sólo quería que el japonés viera su avión de madera de balsa; no que lo admirara sino que reconociera su existencia. Ahora era mayor, y le gustaba pensar en sí mismo como el copiloto del Packard. Siempre le habían interesado los aviones, y en especial los bombarderos japoneses que habían devastado los distritos de Nantao y Hongkew en 1937. Calles y calles de casas chinas habían sido reducidas a polvo, y en la Avenida Eduardo VII una sola bomba había matado a mil personas, más que ninguna otra bomba en la historia de las guerras.
En realidad, la principal atracción de las fiestas del doctor Lockwood era el campo de aterrizaje en desuso de Hungjao, a ocho millas al oeste de Shanghai. Aunque los japoneses controlaban el campo abierto alrededor de la ciudad, no dejaban de patrullar el perímetro de la Zona Internacional. Toleraban a los escasos americanos y europeos que residían en los distritos rurales y en la práctica sólo raramente se veía un soldado japonés.
Cuando llegaron a la aislada casa del doctor Lockwood, Jim sintió alivio al descubrir que la fiesta no sería un éxito. Sólo había una docena de coches en el camino de acceso, y los chóferes limpiaban afanosamente el polvo de los parabrisas, deseando regresar cuanto antes. La piscina estaba seca, y el jardinero chino sacaba tranquilamente una oropéndola muerta del extremo más profundo. Los niños más pequeños y sus amas miraban desde la terraza una troupe de acróbatas cantoneses que subían por unas cómicas escaleras y simulaban desaparecer en el cielo. Se convertían en pájaros, desplegaban alas de papel y bailaban entre los niños que chillaban; luego saltaban unos a los hombros de otros y se transformaban en un gran gallo rojo.
Jim lanzó el avión a través de las puertas de la galería. Mientras el mundo de los adultos giraba encima de él, se paseó un rato por la fiesta. Muchos invitados habían decidido vestir ropas corrientes, como si estuvieran demasiado preocupados por verdaderos papeles para disfrazarse. La reunión recordó a Jim las fiestas nocturnas de la Avenida Amherst, que duraban hasta la tarde siguiente, cuando las madres, intranquilas, con los vestidos de noche arrugados, vagaban junto a la piscina pretendiendo buscar a sus maridos.
La conversación decayó cuando el doctor Lockwood encendió la radio de onda corta. Feliz de ver a todos ocupados, Jim salió por una puerta lateral al jardín trasero de la casa. Vio una hilera de mujeres que se movían en el césped arrancando las malas hierbas. Eran veinte mujeres chinas, vestidas con túnicas y pantalones negros, sentadas en bancos de miniatura, hombro contra hombro; emitían un parloteo incontenible mientras sus cuchillos centelleaban sobre la hierba. Detrás de ellas el césped del doctor Lockwood parecía un shantung verde.
—Hola, Jamie. ¿Reflexionando otra vez? —El señor Maxted, el padre del mejor amigo de Jim, apareció en la galería. Una figura solitaria aunque amistosa, con un traje de piel de tiburón, que enfrentaba la realidad detrás del parachoques de un gran whisky con soda y miraba a lo largo de su cigarro hacia las escardadoras—. Si todos los chinos se pusieran en fila llegarían del polo Norte al polo Sur. ¿Lo has pensado, Jamie?
—¿Podrían escardar el mundo entero?
—Si quieres plantearlo así... He oído decir que te has retirado de los Cachorros Exploradores.
—Bueno... —Jim dudaba que tuviera sentido explicar al señor Maxted por qué había dejado los Exploradores, un acto de rebeldía que había llevado a cabo sólo como experimento. La sorprendente indiferencia de sus padres lo había decepcionado. Pensó decirle al señor Maxted que no sólo había dejado los Exploradores y se había hecho ateo, sino que también podía hacerse comunista. Los comunistas parecían tener una intrigante habilidad para inquietar a todo el mundo, talento que Jim respetaba sobremanera.
Sin embargo, sabía que el señor Maxted no se escandalizaría. Jim admiraba al señor Maxted, arquitecto convertido en empresario, que había diseñado el cine Metropole y numerosos clubes nocturnos de Shanghai. Jim intentaba frecuentemente imitar sus maneras desenfadadas, pero había descubierto que parecer tan relajado era una tarea agotadora.
Jim apenas tenía idea de su propio futuro —la vida en Shanghai transcurría íntegramente en un intenso presente—, pero imaginaba que crecería y sería como el señor Maxted. Eternamente acompañado por el mismo vaso de whisky con soda, o eso creía Jim, el señor Maxted era exactamente el inglés adaptado a Shanghai, algo que el padre de Jim, más serio, jamás había logrado. Jim siempre había disfrutado de los paseos con el señor Maxted; él y Patrick se instalaban en el asiento delantero del Studebaker y partían a viajes impredecibles a través de un mundo vespertino de clubes y casinos desiertos. El señor Maxted conducía personalmente el Studebaker, singular comportamiento que parecía excitante y aun de cierto mal tono. Patrick y él jugaban en las ruletas vacías con el dinero del señor Maxted, bajo la sonrisa tolerante de las chicas rusas blancas de los bares que remendaban sus medias de seda mientras el señor Maxted, en el despacho del propietario, cambiaba de lugar otras pilas de billetes de banco.
¿No tendría que retribuir al señor Maxted, llevándolo en la proyectada expedición secreta al campo de aterrizaje de Hungjao?
—No te pierdas la película, Jamie. Confío en que me mantengas al día con las últimas noticias sobre la aviación militar...
Jim vio vacilar al señor Maxted sobre las baldosas que bordeaban la piscina vacía, y aguardó con curiosidad a que se cayera. El señor Maxted siempre se caía accidentalmente en las piscinas, como sabían todos, pero ¿por qué sólo cuando estaban llenas de agua?

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jueves, 27 de noviembre de 2008

VIDEO - DEBATE


VIDEO-DEBATE

LA SITUACION ACTUAL DEL MOVIMIENTO OBRERO

crisis capitalista - desocupación - libertad sindical... dónde estamos parados hoy los trabajadores?

Se pasaran cortos y debatiremos sobre estos temas.

SABADO 29/11 - 15:30 hs. - en el local de ATE Sur, Boedo 120, 1er. piso (Lomas de Zamora)


Co.Si.Ba.

Construcción Sindical de Base
construccionsindicaldebase@gmail.com


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martes, 25 de noviembre de 2008

La Makhnovchina!

Presentación del libro

Historia del movimiento MaKhnovista (1918-1921)
De piotr archinov

(bajate el libro en formato pdf)

proyección de la película "Néstor makhno, un campesino de Ucrania"

de Hélène Chatelain.

SÁBADO 29 de NOVIEMBRE
20hs.



"[...] la Makhnovschina es un fenómeno de un inmenso alcance, de una grandeza y de una importancia extrema, un fenómeno que se ha desarrollado con una fuerza completamente excepcional, que ha desempeñado un papel extraordinario y excesivamente complicado en la continuación de la Revolución Rusa, que ha sostenido una lucha titánica contra la reacción de toda especie y que más de una vez ha salvado a la revolución misma del desastre; es además un fenómeno extremadamente rico en episodios brillantes y que atrajo la atención y el interés general, no sólo en Rusia, sino también más allá de sus fronteras. Al mismo tiempo la Makhnovschina despertó en los diferentes partidos, revolucionarios y reaccionarios, los sentimientos más diversos; comenzando por el odio y la hostilidad feroces, pasando por el asombro, por la desconfianza y la sospecha y acabando por la simpatía y la admiración más profunda."


Dirección: Ramírez de Velasco 958 - Código Postal (1414)
Ciudad de Buenos Aires - Argentina



¿Cómo llegar?

Colectivos: Líneas 15, 19, 24, 34, 39, 42, 55, 57, 65, 71, 76, 78, 87, 93, 106, 108, 109, 110, 111, 112, 127, 141, 151, 162, 166, 168 (ex-90), 176.
Subte: Estación Malabia o Dorrego de la línea B.
Trenes: Estación Chacarita (línea San Martín)

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lunes, 24 de noviembre de 2008

Para una escapadita al sur



“Comisión por la Memoria de las Huelgas Patagónicas de 1921”
Personería Municipal, resolución N° 4152/07

Programa tentativo a confirmar y coordinar con el municipio.


20 y 27 de noviembre; 4 de diciembre.

Proyección de documentales y películas para la comunidad educativa en el establecimiento: “María Rosario Avelleria de Villanustre”, ex EGB 80; desde las 15:00 hs.
A cargo Ibarra Philemon del Archivo Histórico Municipal; Dirección de Cultura.

Domingo 30 de noviembre hasta el sábado 6 de diciembre.

Proyección de documentales y películas, exhibición de fotografías, afiches y documentos históricos de la Huelga de 1921 destinado a los vecinos de El Calafate, en “La Zaina - Café Criollo”, desde las 22:00 hs.
Títulos de documentales y películas:

“La Huelga en el Lago Argentino” presentación de diapositivas y exposición.
“Testimonio de Ángel Vargas” sobreviviente de los fusilamientos.
“La Patagonia Rebelde”
“El Vindicador” segunda parte de La Patagonia Rebelde.
“Patagonia, Utopía Libertaria”
“La Vuelta de Osvaldo Bayer”

Además, presentación del grupo de teatro comunitario “Ventarrón de Ilusiones”
Recomendamos invitar, además de los antiguos vecinos de la ciudad, especialmente a los integrantes de la familia Amado a presenciar el testimonio del sobreviviente Ángel Vargas, quien hace referencia al “Turco” Amado.
A cargo del Archivo Histórico Municipal; de la Comisión por la Memoria; y colección Ibarra Philemon.

7 de diciembre en horario a confirmar.
Recepción oficial de invitados especiales en el Aeropuerto Internacional de El Calafate, Comandante Armando Tola.
Solicitamos la declaratoria de huéspedes de honor a nuestros visitantes.

7 de diciembre, en la EGB N° 73 “Lago Argentino”.

Con el auspicio de la Unión Argentina de Trabajadores Rurales y Estibadores de la Republica Argentina, UATRE; Confederación General del Trabajo, CGT; presentación de la cantata: “Patagonia de Fuego”, del cantautor Sergio Castro; con la participación de la escuela de danzas local “Huellas Patagónicas” y el cantautor santacruceño Eduardo Guajardo.

8 de diciembre.
Acto central en el cenotafio emplazado en estancia Anita, con la presencia de invitados especiales, autoridades locales, provinciales y nacionales, familiares de los fusilados y representantes del vecino país de Chile.
Descubrimiento de placas, lecturas de adhesiones, etc.

Invitados de honor:

Osvaldo Bayer;
Gerónimo Venegas, Secretario General de Uatre y Secretario del Interior de la CGT;
Dr. Néstor Daffinoti, nieto del dirigente fusilado Albino Argüelles.
Asimismo asistirán invitados especialmente miembros de los gremios provinciales, concejales y familiares de los fusilados en el Lago Argentino: Pantín, Esteban, Arias, Soto, Gallardo, etc.


Entre el 7 u 8 de diciembre.

Imposición oficial de nombres de calles de protagonistas de la Huelga de 1921 con el descubrimiento de señalización, aprobadas por el Honorable Consejo Deliberante a propuesta del Archivo Histórico de la Municipalidad de El Calafate a través de su Dirección de Cultura.

Calle: Elías Leonardo Méndez.
Puente de ingreso a la localidad: Ramón Pantin.
Calle: Juan Esteban.
Calle: Osvaldo Bayer.



8 de diciembre.

Horario y lugar a confirmar.
Charlas a cargo del historiador Osvaldo Bayer sobre historia Argentina y de las Huelgas Patagónicas.
Del Secretario General de UATRE; del Interior de la CGT y presidente de RENATRE: Gerónimo Venegas.




“Comisión por la Memoria de las Huelgas Patagónicas de 1921”
Personería Municipal, resolución N° 4152/07


A los que viajen se ruega traer carpa y bolsa de dormir

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sábado, 22 de noviembre de 2008

Escuela Tomada

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miércoles, 19 de noviembre de 2008

Simbiosis

El otro día escuchaba "Surfin´bird" por los viejos y queridos monchos (Los Ramones, para la gilada) y veía que el tema original se le adjudica a los Beach Boys... Bueno la verdad es que no sé si los Beach Boys grabaron tal canción, dicha canción fue un hit del año 63/64 y la banda que la grabó se llamó "The Trashmen". Ahora bien, lo curioso es que los trashmen (blancos ellos) lo que hicieron fue mezclar en una extraña y original simbiosis dos temas diferentes de un conjunto negro llamado "The Rivingtons"
La canción resultante, atractiva y pegadiza es ideal para esos pequeños abortos de la vida y el arte llamados "creativos publicitarios", si es que no la usaron ya para alguna campaña de tampones o papas fritas...

Escuchenló uds. mismos:
(Advertencia: el baile del rubio de los Trashmen puede resultar gracioso o un antecedente temprano de Angus Young...)


The Rivingtons - Birds The Word

+

THE RIVINGTONS - Papa oom mow mow



=

TRASHMEN - Surfin Bird


Para quienes quieran profundizar en éste desvarío sin propósito pueden


Ramones - Surfin' bird



Los Beach Boys sí tocaron en vivo "Papa Oom-Mow-Mow"



En Holanda se puede seguir afanando a cualquier edad y con cualquier cosa...
The Trashman; Surfin' Bird - Milkyway Amsterdam, 19th apr 08

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martes, 18 de noviembre de 2008

VIDEO - DEBATE

VIDEO - DEBATE
21 - 11 "ANARQUISTAS 1: HIJOS DEL PUEBLO"
28 - 11 "LA PATAGONIA REBELDE"
5-12 "TIERRA Y LIBERTAD"
Desde las 18:30 en "Colectivo Cultural y de Acción Popular Libres del Sur"
Av. Pavón/ Irigoyen 1625 - Avellaneda
RED LIBERTARIA

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lunes, 17 de noviembre de 2008

Teoría del Complot

Parece haber un extraño complot para que éste texto no se difunda, de hecho estaba en pdf en Casa de las Américas y ahora sólo se podía acceder a su versión html!!!
Es largo, hay que imprimirlo, no da para leerlo on-line...

Cómo quedó formateado medio raro, lo dejo acá para descargar.



Teoría del complot*


Hay que construir un complot contra el complot

Quisiera plantear algunas hipótesis sobre las formas del complot, sobre las intrigas y los grupos que
se constituyen para planificar acciones paralelas y sociedades alternativas.
En principio, el complot supone una conjura y es ilegal porque es secreto; su amenaza implícita
no debe atribuirse a la simple peligrosidad de sus métodos sino al carácter clandestino de su
organización. Como política, postula la secta, la infiltración, la invisibilidad.
A menudo, el relato mismo de un complot forma parte del complot y tenemos así una relación
concreta entre narración y amenaza. De hecho, podemos ver el complot como una ficción potencial,
una intriga que se trama y circula y cuya realidad está siempre en duda.
El exceso de información produce un efecto paradojal, lo que no se sabe pasa a ser la clave de la
noticia. Lo que no se sabe en un mundo donde todo se sabe obliga a buscar la clave escondida que
permita descifrar la realidad. Si la crisis de la experiencia situada por [Walter] Benjamín en la
Primera Guerra Mundial ha sido desplazada (aunque no resuelta), es quizás por la presencia
creciente de la idea de complot en las relaciones entre información y experiencia. La paranoia, antes
de volverse clínica, es una salida a la crisis del sentido.
Con frecuencia, para entender la lógica destructiva de lo social, el sujeto privado debe inferir la
existencia de un complot. Como recordaba Leo Strauss en su clásico ensayo Persecution and the Art
of Writing, leer entre líneas –como si siempre hubiera algo cifrado– es de por sí un acto político. El
censor lee de ese modo, y también el conspirador, dos grandes modelos del lector moderno.
Por otro lado, el complot implica la idea de revolución. El partido leninista está fundado sobre la
noción de complot, y conecta complot y clase, complot y poder. Gramsci hizo ver que el concepto de organización en Marx estaba ligado a la primitiva organización de los clubes jacobinos y a las
conspiraciones secretas de pequeños grupos. Guevara, desde luego, exaspera esa línea con su noción del grupo guerrillero, aislado en territorio enemigo, como una base móvil de la sociedad futura.
Por fin, la noción de complot permite pensar la política del Estado, porque hay una política
clandestina, ligada a lo que llamamos la inteligencia del Estado, los servicios secretos, las formas de
control y de captura, cuyo objeto central es registrar los movimientos de la población y disimular y
supervisar el efecto destructivo de los grandes desplazamientos económicos y los flujos de dinero. A la vez, el Estado anuncia desde su origen el fantasma de un enemigo poderoso e invisible. Siempre hay un complot y el complot es la amenaza frente a la cual se legitima el uso indiscriminado del poder. Estado y complot vienen juntos. Los mecanismos del poder y del contrapoder se anudan.
El complot sería entonces un punto de articulación entre prácticas de construcción de realidad
alternativas y una manera de descifrar cierto funcionamiento de la política.
En ese marco voy a tratar tres cuestiones. Primero, la relación entre novela y complot, de qué
modo la literatura percibe estos nudos sociales, y cómo novela tematiza –y hace visible– esas tramas; en segundo lugar, la relación entre vanguardia y complot, entre práctica artística y consenso social; y, por fin, las relaciones entre economía y complot, entre el lenguaje técnico y el flujo secreto del dinero, la alegoría materialista de las cuentas suizas con sus claves y números bloqueados (única interioridad garantizada).

Los siete locos: el complot como nudo de la política

En relación con la primera cuestión, podríamos decir que hay un punto alrededor del cual se anuda
cierta tradición de la novela en la Argentina y podríamos considerar que algunas de las escrituras de
ficción –Amalia, la primera– se han constituido alrededor de narrar un complot. Si pensamos en
algunos escritores centrales en el imaginario de la narrativa argentina, como Arlt, Marechal, Borges
y Macedonio Fernández, habría que decir que es alrededor del complot que establecen su noción de
ficción. Sus textos narran la construcción de un complot y, al decirnos cómo se maquina un complot, nos cuentan cómo se construye una ficción.
El ejemplo paradigmático es Los siete locos. Aunque ha sido leída básicamente como la novela de
Erdosain, creo que la que tiene un lugar central es la novela del Astrólogo, la construcción de un
gran complot con los siete locos como conspiradores. Y es alrededor de la noción de maquinación
que la novela compone su eficacia. Ahí Arlt captó algo. Ese es uno de los elementos que explican,
creo, la actualidad que tiene. Arlt siempre está escribiendo la historia del presente porque capta la
noción de complot como un nudo de la política argentina, y si uno lo relee siempre vuelve a
encontrar esa tensión. Lo importante es que la política no aparece tematizada como tal. Ustedes no
van a encontrarse con elementos de la realidad política ni con hechos relevantes de esos años, como
sucede en otras novelas argentinas de la época que tienen una noción más esquemática de lo que se
entiende por compromiso o por relación entre literatura y política. En Arlt, la relación con la política está desmaterializada, hay una sola referencia a Di Giovanni, ligada a la falsificación de dinero, y luego una nota al pie en la que el autor aclara que lo que ha escrito no tiene que ver con el golpe del 30, porque la novela es de 1929. Arlt capta la existencia del complot como lógica del
funcionamiento de lo social más que de la sociedad propiamente dicha; la noción de complot está
trabajada como nudo de construcción de la complejidad de la política y, básicamente, como el modo
que tiene el sujeto aislado de pensar lo político.
En la novela como género, el complot ha sustituido la noción trágica de destino: ciertas fuerzas
ocultas definen el mundo social y el sujeto es un instrumento de esas fuerzas que no comprende. La
novela ha hecho entrar la política en la ficción bajo la forma del complot. La diferencia entre
tragedia y novela parece estar ligada a un cambio de lugar de la noción de fatalidad: el destino es
vivido bajo la forma de un complot. Ya no son los dioses los que deciden la suerte, son fuerzas
oscuras las que construyen maquinaciones que definen el funcionamiento secreto de lo real. Los
oráculos han cambiado de lugar, es la trama múltiple de la información, las versiones y
contraversiones de la vida pública, el lugar visible y denso donde el sujeto lee cotidianamente la
cifra de un destino que no alcanza a comprender.
La percepción básica que Arlt trasmite es que hay que construir un complot contra el complot. El
sujeto siente que socialmente está manipulado por unas fuerzas a las que atribuye las características
de una conspiración destinada a controlarlo y debe complotar para resistir el complot. Siempre digo
en broma que los llamados científicos sociales o analistas de la política aprenderían más sobre la
política argentina leyendo estas novelas que trabajando sobre el discurso explícito de los políticos.
La sociedad capitalista no es lo que ella dice que es. Cuando denuncia lo que se supone que funciona mal (la corrupción, el fraude, el delito político), está reforzando la idea de que se trata sólo de anomalías en una lógica que tiene la garantía de su propia autorregulación y de su visibilidad.

El Estado como tahúr


Borges también trabajó el complot como un elemento básico en la constitución de la ficción.
Alcanzaría con pensar en tres o cuatro textos suyos que en este sentido me parecen claves. En primer lugar, «Tlön, Uqbar, Orbis Tertius», un texto fundador en la medida en que no hace otra cosa que contar una conspiración la cual acaba por sustituir la realidad misma. Una sociedad secreta se constituye para crear un universo alternativo que termina por invadir el mundo y construir otra
realidad que el final del relato no hace sino avizorar. Un texto como este, que trabaja el complot
como base, permite percibir la presencia de la ficción en lo real, la ficción en la política, la
manipulación de la creencia, las historias que se vuelven reales. Lo mismo se puede decir del «Tema del traidor y del héroe». Cuando un grupo de conspiradores irlandeses descubre un traidor infiltrado en la organización y comprueba que el traidor es el jefe del grupo, se construye una vasta conjura para escribir una versión de la historia: el traidor es ejecutado, pero en esa ejecución muere como un héroe. La relación entre complot y escritura de la historia está en el centro de la trama. (Habría mucho que decir sobre esto en la historia argentina, y no sólo en la historia argentina). Y hay, por fin, un texto extraordinario, que me parece el más político de Borges, «La lotería en Babilonia», donde es el Estado el que organiza una vasta maquinación para determinar la experiencia de vida de los sujetos a través de sorteos periódicos. Las personas están capturadas por un Estado que funciona bajo la forma de una lotería que incluye a toda la población, y produce premios que empiezan siendo económicos y luego se convierten en formas de vida. Un sujeto vivirá como un sirviente o como un jefe, según lo que dicte la suerte. «Como todos los hombres de Babilonia he sido procónsul, como todos esclavo», así comienza el relato. Las vidas posibles, las experiencias privadas son manipuladas por una vasta conspiración invisible manejada por el Estado.

El destino es deliberado, el azar anula cualquier decisión personal.


Me parece que el punto de partida que encuentra Borges para escribir este relato sobre
conspiración y políticas del Estado está en un fragmento del libro V de La República de Platón, un
fragmento fantástico que les quisiera leer, y que se relaciona con el problema de distribución de los
goces del que hablaba Germán García la otra semana, con la cuestión de cómo se puede establecer
una política de la pasiones y los afectos.
Obviamente, La República es un texto básico en la constitución de lo que podríamos llamar la
utopía estatal, el modelo del Estado perfecto. Y, a la vez, es un texto fundador de lo que entendemos
como la construcción de la realidad desde el Estado. En el libro V, en una suerte de digresión dentro
del texto, se reflexiona sobre el tipo de relaciones sentimentales, que se darían en una sociedad
perfecta, partiendo de la hipótesis de que los mejores hombres y mujeres deben relacionarse entre sí
y excluir de ese intercambio a los considerados inferiores. El texto plantea que se deben crear lo que
podríamos llamar centros de crianza, de fertilización dirigida, colectividades sexuales entre seres
superiores, y que es el Estado el que debe regir esas relaciones pasionales entre los individuos a los
que se considera superiores dentro de esa estructura social.
Es necesario [escribe Platón] que las mujeres y los hombres mejores tengan relaciones asiduas y
que por el contrario estas relaciones sean poco frecuentes entre los individuos inferiores de uno y
otro sexo. Para resolver esta cuestión se tendrán que hacer pues ingeniosos sorteos de modo que el
individuo de clase inferior eche la culpa a la mala suerte en cada aparejamiento, pero no a los
gobernantes.
Como ven, es una concepción conspirativa total: el complot es el mundo social mismo. A través
de sorteos se va a decidir cómo se establecen las relaciones sexuales entre los sujetos, y la
desigualdad estará atribuida a la suerte. Pero lo extraordinario es que Platón señala que el Estado va
a hacer trampa. Primero decide cómo quiere que sean esas relaciones desiguales, y luego manipula
las reglas de modo que todos los sujetos atribuyan la desigualdad a la suerte.
Me parece que hay una relación implícita entre este fragmento del texto de Platón y «La lotería en
Babilonia». Borges lleva al extremo la idea de que el Estado manipula el azar y tiende a convertir en determinación aquello que puede ser considerado arbitrario. En este caso, la lotería y el azar
funcionan como la representación misma de ese tipo de organización. En el ejemplo límite del
control estatal, el Estado es el gran conspirador que manipula y ordena las relaciones sociales.
El otro caso es Macedonio Fernández. En Museo de la novela de la Eterna, narra la construcción
de un complot cuya intención es conquistar la ciudad de Buenos Aires para modificar su sistema de
nominación y su pasado. El nudo ficcional es la construcción de un complot y, a la vez, ese complot
se superpone con la escritura de una novela. Las múltiples estrategias de lo novelístico que circulan
por el texto tienden a funcionar como una conjura destinada a producir efectos en la realidad y a
construir un conjunto específico de lectores que actuarán como conjurados ellos mismos. Así, la
novela construye a sus lectores como cómplices de una conjura secreta. Por otro lado, como
sabemos, Macedonio mismo inventó un complot para intervenir en la vida social. Un complot
irónico que a la vez delataba la lógica del sistema político. Una suerte de crítica cómica de la lógica
liberal de la representación política. Ya sabemos que Macedonio se propuso como candidato a
presidente de la República y que un grupo de conjurados que formaba parte de sus relaciones
empezó a manejar esta hipótesis y a difundirla.
Y con esto entraríamos en el segundo punto, la relación entre vanguardia artística y complot. La
idea de llevar a la sociedad un modelo conceptual de acción política. Una intervención paródica y
práctica en la estructura del sistema político. Cualquiera puede, teóricamente, ser presidente de la
República, también el más antipolítico e invisible de los ciudadanos argentinos: Macedonio
Fernández. Y la estadística como expresión matemática del consenso es el procedimiento que
garantiza la lógica conspirativa. Es más fácil, decía Macedonio, ser presidente que farmacéutico,
porque son más las personas que quieren ser farmacéuticos que las que quieren ser presidente de la
República, por tanto, razonaba Macedonio, estadísticamente resulta más fácil en la Argentina ser
presidente que farmacéutico. Ese era el punto de partida de una campaña con todas las características de una práctica conspirativa destinada a producir en la realidad efectos mínimos, pero muy metafóricos, que de hecho son una crítica práctica del funcionamiento de la política.

La vanguardia contra el consenso

Para ampliar esta relación entre vanguardia y complot, me gustaría partir de una idea muy
interesante del libro de Carl Schorske Viena fin de siglo. Aunque el libro no es nada extraordinario,
tiene una idea que me parece muy original y productiva: al analizar la serie de elementos que están
creando las condiciones de posibilidad de lo que sería el espíritu de vanguardia a finales del siglo
XIX y principios del XX, Schorske dice que la vanguardia es un efecto de la crisis del liberalismo. No he visto antes establecer esa relación: el liberalismo, como contexto unificador que se astilla,
produce una serie de reacciones y de polos que definirán las políticas del siglo XX , entre ellas la
vanguardia. En la Argentina, esa crisis del liberalismo tiene lógicamente formas específicas, es un
efecto de la crisis producida por la inmigración y de los debates que se generan en las clases
dominantes sobre la necesidad de modificar el programa que Sarmiento y la generación del 37
habían establecido como modelo. La crisis se desata hacia fin de siglo como efecto de la aparición de las masas, del enjambre de inmigrantes que, con sus lenguajes y sus modos de vida, alteran el
modelo armónico imaginado por Alberdi y Sarmiento y producen una crisis política, una crisis de
gobernabilidad y de representatividad, como diríamos ahora, que culmina y se concentra en la
fractura y el enfrentamiento entre Roca y Pellegrini, y que va a terminar en una resolución
desganada, digamos, con la Ley Sáenz Peña de 1912 del voto secreto y obligatorio. Toda esta crisis
ha sido de hecho estudiada como condición de la aparición del nacionalismo, que es visto como
alternativa frente a la crisis de la tradición liberal. La inversión de la oposición entre civilización y
barbarie podría ser la metáfora de esa situación, ya clásica en el análisis de la cultura argentina. Un
ejemplo de este viraje es la lectura que hace Lugones del Martín Fierro. Pero lo que habría que
agregar aquí es la relación entre esa crisis del liberalismo y la aparición de una política de
vanguardia en la cultura argentina. Habría que decir entonces que, en la Argentina, esa crisis del
liberalismo es el contexto de Manuel Gálvez, de Ricardo Rojas, de Leopoldo Lugones, del llamado
primer nacionalismo argentino, pero también de Macedonio Fernández y de sus estrategias políticas
y culturales, conspirativas y vanguardistas.
De este modo podemos ver la vanguardia como una respuesta política, propia, específica, al
liberalismo y a los procedimientos de construcción del poder político y cultural implícitos en él, una
respuesta a las ideas de consenso y pacto como garantías del funcionamiento social, de visibilidad
del espacio público, de la noción de representación y de mayoría como forma de legitimidad. La
vanguardia vendría a cuestionar estas nociones con su política de intervención localizada, con su
percepción conspirativa de la lógica cultural y de la producción del poder como una guerra de
posiciones. El modelo de la sociedad es la batalla, no el pacto, es el estado de excepción y no la ley.
La vanguardia se propone asaltar los centros de control cultural y alterar las jerarquías y los modos
de significación. Contra la falsa ilusión del acuerdo y el consenso, utiliza las maniobras de
fraternidad y terror de los grupos en fusión de los que hablaba Sartre; contrapone la provocación al
orden, opone secta a mayoría, tiene una política decidida, a la vez escandalosa y hermética, frente al
falso equilibro natural del mercado y a la circulación de los bienes culturales.
La vanguardia artística se descifra claramente como una práctica antiliberal, como una versión
conspirativa de la política y del arte, como un complot que experimenta con nuevas formas de
sociabilidad, que se infiltra en las instituciones existentes y tiende a destruirlas y a crear redes y
formas alternativas. Antes que nada, establece un corte entre mundo cultural y democracia, a los que presenta como antagónicos. La democracia es una superstición de la estadística, decía Borges
parafraseando las acciones políticas paralelas de Macedonio Fernández. Obviamente, toda la política de la vanguardia tiende a oponerse al gusto de la mayoría y al saber sometido al consenso. La vanguardia plantea siempre la necesidad de construir un complot para quebrar el canon, negar la
tradición establecida e imponer otra jerarquía y otros valores. El arte se ha desligado del consenso
liberal y, quizás, como lo vio bien Benjamín, Baudelaire fue el que mejor captó ese corte y definió al artista como un agente doble, un espía en territorio enemigo.

Construir la mirada artística antes que la obra

El arte es un campo de experimentación de los lenguajes sociales. La vanguardia se propone, antes
que nada, alterar la circulación normalizada del sentido. En lo que podríamos llamar el campo
específico, la vanguardia niega la especificidad. Se ocupa antes de la organización material de la
cultura que de la cultura misma. Se ocupa de lo que Brecht llamaba los modos de producción de la
gloria, modos sociales de producción que definen una economía del valor. Ataca los regímenes de
propiedad y de apropiación que no dependen del consenso o de una regulación natural, sino que son
el resultado de relaciones de fuerza y de una lucha que impone ciertos criterios y anula otros. No hay vanguardia sin tradición, y la tradición, dice la vanguardia, se transforma en sentido común, en el sentido común menos común en apariencia, el gusto estético, el pleonasmo de los entendidos que,
como dice Brecht, entienden lo que entienden y saben lo que todos saben que hay que saber. Por
supuesto, Brecht ataca esa posición, ataca la convención y el acuerdo implícito. Todo el debate
artístico ya no pasa entonces por la especificidad del texto, sino por sus usos y manipulaciones. Se
trata de actuar sobre las condiciones que van a generar la expectativa y a definir el valor de la obra.
Se termina con la noción de que el valor literario reside en la obra misma y se empieza a insistir
sobre la idea de que ese valor es una intriga social. Lo que sabemos del texto antes de leer es tan
importante como el texto mismo. Esta disposición es un elemento básico sobre el que Borges ha
insistido: clásico, decía, es aquel texto que leemos como si fuera un clásico. Sabemos que es un
clásico y entonces nos disponemos a leerlo de una manera tal que hasta sus defectos nos parecen
deliberados. Podemos decir que la vanguardia ha intentado modificar ese sentido común, ese lugar
estabilizado, y la forma que ha encontrado es la práctica de intervenir en el espacio de consenso para crear otro tipo de saber previo. En definitiva, el complot vanguardista parte de la hipótesis de que el valor no es un elemento interno, inmanente, sino que hay una serie de tramas sociales previas sobre las cuales el artista también debe intervenir. Y que esas tramas definen lo artístico, son lo artístico.
Por eso, a menudo, la práctica de la vanguardia consiste en construir la mirada artística antes que la
obra artística. Es lo que, obviamente, han hecho Duchamp o Macedonio.
Esto supone otra noción de lo que es la crítica artística, porque la construcción de esa mirada y su
imposición entrañan un plan, una estrategia, una posición de combate, un sistema de alianzas. Como
crítica, abandona el aspecto puramente negativo y practica, no ya la negación de una obra o de una
producción artística, sino la postulación de una red y de una intriga y la construcción de otra
realidad; abandona la obra que critica como si fuera un objeto en desuso y se dedica a crear una
alternativa. En definitiva, la vanguardia sustituye la crítica por el complot.

El fracaso de Nietzsche

Ahora bien, para volver al principio, ¿qué es un complot? O mejor, ¿cómo podríamos pensar las
formas antisociales, antiestatales y antiartísticas de conspiración? Digamos que el complot intenta
modificar relaciones de fuerza que le son adversas y tiene al secreto como fundamento y a la huida
como condición. El complot es siempre invisible porque implica una política basada en la debilidad
extrema, en la amenaza continua de ser descubierto, en la inminencia de una derrota y en la
construcción de redes de fuga y repliegue. Por eso, el conspirador borra sus huellas, se opone a la
lógica social de la visibilidad como marca del éxito. La aparición debe ser instantánea y explosiva.
El conspirador, entonces, está siempre dispuesto a abandonarlo todo, antes que nada, su nombre;
busca hacerse anónimo, convertirse en nadie. Klossowski ha visto ahí la figura del filósofo y ha
llamado «efecto Nietzsche» a esa combinación de secreto y amenaza, de conjura y soledad, y ha
planteado de manera notable estas cuestiones en Nietzsche y el círculo vicioso, publicado en 1969.
Klossowski señala que el pensamiento de Nietzsche, a medida que se desarrolla, abandona la
esfera propiamente especulativa para adoptar la forma de un complot. Son los preliminares de un
complot que están escritos en las cartas últimas, en los escritos póstumos, en el anuncio de la
inminencia de una catástrofe y en el advenimiento del nihilismo. Y ese anuncio que Klossowski lee
en la enfermedad y en el aislamiento extremo de Nietzsche en Turín es un efecto del triunfo del
cálculo económico por encima de cualquier poder, la maquinación económica como práctica que se
realiza en otra dimensión e invierte las predicciones de Nietszche.
Ahí está lo extraordinario de la lectura de Klossowski y de la serie de pensadores que han
imaginado una teoría económica a partir de la noción nietzscheana de confabulación. Por un lado, la
economía es concebida bajo la forma de una maquinación que mueve masas y territorios y, por otro
lado, está lo que podríamos llamar la respuesta conspirativa a la conspiración, el intento de integrar
pequeños círculos que buscan construir una economía cerrada, una economía utópica, una economía
regulada por el goce y por los intercambios improductivos, la definición de una teoría económica
potencial que define una línea significativa del pensamiento contemporáneo.
Esa teoría está presente en Bataille, en Caillois, en el Klossowski de La moneda viviente y, por
supuesto, también en Deleuze, con sus hipótesis sobre los flujos libidinales, la oposición entre deseo
e interés y los trueques imposibles que regulan la lógica del sentido. Una sintomatología de la vida
económica que define un nuevo régimen de conceptos. Ya Benjamín, en las notas para el libro sobre
los pasajes de París, había establecido una relación muy sagaz entre la idea del eterno retorno y la
circulación del dinero.
La clave de la lectura de Klossowski, una de las claves de ese libro extraordinario, es la idea de la
economía entendida como una práctica de experimentación sobre los sujetos. En este sentido, la
economía es una manipulación invisible y múltiple que anuda y ata los individuos, los grupos y los
conjuntos a los movimientos del dinero. Las poblaciones están tramadas en esos desplazamientos
demenciales del capital. Ha surgido a la vista de todos una nueva forma de significación que
sustituye, como Nietzsche leía en un pasaje del Fausto de Goethe, el signo de la cruz por otro signo
siniestro inscrito en la doble cara de la moneda. ¿Quién firma el dinero, qué poder autentifica su
valor, qué esfinge representa a ese equivalente general que regula el intercambio de masas y la
repetición periódica de las crisis? Esa es la pregunta de Nietzsche y su respuesta es ver la economía
bajo la forma de una conjura mundial. Frente a esa maquinación secreta intenta una defensa trágica.
El complot de Nietzsche es un intento heroico de oponerse a la economía, vista bajo la forma de una
maquinación anónima que disuelve a los sujetos en sus flujos abstractos. Cualquiera puede imaginar
en ese punto el sentido de la intervención de su hermana, Elizabeth Förster-Nietzsche, que se ocupó
de la edición tendenciosa de los textos inéditos, que son justamente los que trabaja Klossowski.
Mientras la manipulación exaltada de los escritos inéditos realizada por el matrimonio Förster
anuncia una victoria, Klossowski lee ahí el fracaso de Nietzsche; de ese modo desplaza por completo la discusión y abre una nueva etapa en la lectura de los textos.
Esa es la derrota de Nietzsche, dice Klossowski, y en la derrota reside su lucidez de visionario
sobre las eras que se avecinan y el anuncio de las crisis que nunca se han visto. Escribe Klossowski:
La idea del complot como práctica de experimentación sobre los sujetos, la idea del aislamiento
de un grupo humano como método para crear una serie de plantas raras y singulares, una raza que
tuviera su propia esfera de vida libre de todo imperativo de virtud, ese carácter experimental del
proyecto constituía el propósito mismo de un complot para Nietzsche. ¿Qué planificación podía
prever un invernadero de este tipo? En los hechos se inscribe y es conducido por el proceso de
economía. En efecto, ¿qué régimen económico bajo cualquier aspecto no tiene actualmente ese
carácter experimental? Los métodos que se ponen en práctica tienden a formar una categoría de
experimentadores quienes con conocimientos de causa, si bien son incapaces de producir,
constituyen una fracción con su propia esfera de vida, que al menos se atribuye el mérito con
todos los privilegios que resultan de ella, de extirpar como si fuera cizaña los menores gérmenes
de plantas raras y singulares, prevención sin duda no menos costosa que la de cultivarlas.
Habría una tensión entre la práctica sobre los sujetos que el propio Nietzsche imagina y la
experimentación sobre los sujetos que realiza la lógica económica. Se extirpa de la sociedad a los
individuos y a los grupos que para Nietzsche son justamente los sujetos sobre los cuales se
constituiría la nueva sociedad, plantas raras y exóticas como los llama, portadores de nuevos valores.
Este proceso es el germen de lo que Foucault llama la biopolítica. El carácter improductivo es el que aparece como excluido del funcionamiento social, y es justamente el carácter improductivo el que para Nietzsche estaría en el centro de la constitución de una nueva clase de sujeto.
Lo que viene a decir Klossowski es que mientras Nietzsche tiende a imaginar la práctica, la
experimentación y la constitución de cierto tipo de sujetos, la economía se ocupa de hacer eso de un
modo invertido, esto es, de extirpar a esos mismos sujetos y de anularlos.
Aquí podemos decir que el complot nietzscheano tiene como modelo básicamente a la creación
artística, en el sentido de que es el artista el sujeto improductivo que sería el fundamento del complot para oponerse a la productividad generalizada de la economía y de la sociedad. Frente al filósofo y al sabio, frente al político y al economista, Nietszche pone al artista como sujeto de la verdad. El artista es aquí el antiartista, por supuesto, y debe ser entendido en el sentido de Gombrowicz y de Macedonio: no el artista que se autodesigna, sino el que se niega como tal, el sujeto de la pura percepción artística, el que mira a la distancia, el que se oculta, el que se opone al gusto y a la estetización generalizada, el artista como comediante que se ríe del arte. En este sentido, el complot de Nietzsche no puede triunfar, sólo puede anunciar el porvenir y actuar en las sombras y en la soledad. Por eso Klossowski entiende ese complot, no ya como voluntad de poder, sino como voluntad trágica, esto es, dionísiaca, fundada en una economía del gasto, de la destrucción y del goce.
Ese es el marco de la crítica actual a la vanguardia, que deriva, sin duda, del triunfo del
liberalismo. Si hay un renacimiento del liberalismo, hay crisis de la vanguardia y todos retrocedecen
hacia el mercado y hacia las instituciones establecidas. En este sentido, la afirmación posmoderna se conecta con el triunfo del liberalismo y del neoliberalismo y con la construcción de un nuevo
contexto unificador. Conviene recordar aquí que el libro que funda la noción de posmodernidad, Las contradicciones culturales del capitalismo, de Daniel Bell, está escrito a comienzos de los 70 y su hipótesis central (que es el anuncio de un programa de acción) afirma que no puede haber una
sociedad que funcione con una cultura opuesta a su sistema de legitimidad. Hay una contradicción,
dice Bell, entre el funcionamiento de una sociedad basada en el consenso y en los valores
tradicionales, y un arte y una cultura que exaltan la ruptura, los valores antisociales y la negación. Y, lógicamente, el primer texto al que se refiere Bell en su crítica a los críticos de la sociedad es El
origen de la tragedia, de Nietzsche. La sociedad, dice Bell, no puede respaldar y auspiciar una
cultura que se opone a la moral que esa sociedad necesita para funcionar, no puede considerarse
legítima una cultura que se opone a la norma social, a la ética del trabajo, a los valores de la familia,
y que exalta la destrucción de las normas, la liberación sexual, el arte ilegible. La sociedad necesita
una cultura que refuerce su funcionamiento legítimo, no una cultura que se oponga a sus
fundamentos. Bell, que es un crítico cultural muy refinado, un hombre que está al día en el
pensamiento contemporáneo, lector de Benjamín y de Adorno, una figura clave en la reacción
conservadora de la academia norteamericana, es el primero que define el concepto de
posmodernidad y el primero que define el sentido básico de esa reacción contra la tradición de las
vanguardias del siglo XX
. Podríamos decir que, de un modo muy sofisticado –de hecho yo no conozco ninguna definición mejor de posmodernidad que la del libro de Bell–, hace un uso cínico de la hipótesis marxista de que las ideas dominantes deben ser las ideas de las clases dominantes, que no puede haber escisión y que, si la hay, algo está fallando en esa cultura. Bell se convierte no sólo en el que define y difunde el término posmoderno como un nuevo conjunto cultural, sino también en
el que acompaña y se anticipa a lo que la economía neoliberal está realizando por sí misma, y
propone una respuesta cultural acorde con la lógica de esa nueva situación. Hay que construir una
cultura que legitime esa nueva situación, dice, y llama posmoderna a esa nueva cultura que anuncia a principios de los 70 y que define como la única legítima.
Me parece que el triunfo del liberalismo y del neoliberalismo y el retroceso de la vanguardia
vendrían a darle la razón a la hipótesis de Schorske de que hay una oposición entre liberalismo y
vanguardia. Si triunfa el liberalismo, no habría entonces espacio para la vanguardia.

Una sociedad secreta con una economía del deseo


Para terminar, me gustaría recordar una clase dictada por Bataille en Le Collège de Sociologie, en
1938 sobre la noción de sociedad secreta. A esas reuniones, como sabemos, asistía Benjamín, que
estaba en París escribiendo el capítulo sobre los conspiradores y Fourier –que llamaba el comité
invisible– para el libro de los pasajes. En esa conferencia, Bataille plantea la existencia de la
sociedad secreta como una suerte de contrasociedad que permite crear una energía para modificar el
funcionamiento social. Frente a la estabilización de la sociedad industrial, la solución de Bataille es
la constitución del microgrupo de conjurados que postula y aspira a una contraeconomía, una
economía pulsional, una economía de gasto y de goce. Y ahí surge una nueva teoría económica.
También Gombrowicz avanza en esa línea, con la noción de vicio como nudo de la lógica
económica. «A la humanidad», dice Gombrowicz, «le han sido dados ciertos vicios y sobre esos
vicios se ha creado un mercado». Por su lado, William Burroughs ha pensado en la adicción como la condensación de la economía capitalista, y en la droga como la mercancía por excelencia. La droga, dice Burroughs, es el producto ideal, la realización más perfecta de la economía capitalista porque produce el consumidor que no puede vivir sin consumir.
La economía es vista entonces como productora de síntomas y de desvíos. Ahí se define esa
tensión entre la ilusión de una conjura que se opone a la sociedad sin ser un complot político en el
sentido explícito, y el funcionamiento de una sociedad que, naturalmente, genera un tipo de
racionalidad económica que tiende a poner el beneficio, la circulación del dinero, la ganancia, como
formas visibles de su funcionamiento, pero que en realidad esconde una red hecha de adicciones y de ideas fijas y fetiches, de bienes sagrados y de carencias absolutas. Y esa tensión entre dos economías cruza todo el debate sobre el arte y el valor. El arte visto a la manera de Gombrowicz o de Arlt es una actividad que tiende a generar una economía propia, con su propio sistema de valor y de intercambio, y eso es lo que está debajo de la práctica de estos artistas, la idea de crear una economía que podríamos llamar privada, donde cada cosa vale lo que uno dice que vale.
En esa línea, y para terminar, quisiera leerles una suerte de parábola de un gran economista,
Keynes. Está citada en La parte maldita, un libro en el que Bataille, siguiendo la línea de
Klossowski y obviamente de Nietzsche, intenta teorizar esta contraeconomía, una economía
dionisíaca, una economía del derroche y del deseo, y hace una exaltación de la noción de crisis como punto de ruptura del funcionamiento normal del sistema y, por tanto, como un momento en el que se ve funcionar aquello que no es tan racional, como a primera vista el sistema parece querer decir.
Sólo en tiempos de crisis el sistema dice de sí mismo lo que es realmente. Y en un momento de su
análisis Bataille incorpora este breve relato, esta fábula, que llama El misterio de la botella de
Keynes. Ya sabemos que Keynes, el amigo de Wittgenstein, postula que la economía progresa
cuando abunda el dinero, cuando se está cerca del boom, cerca del crack y no del equilibro. Es una
manera de pensar el exceso en el campo económico, la especulación como fenómeno de masas.
Deleuze analiza esa economía de riesgo que se realiza porque se aleja de la estabilidad hacia el
desorden y el azar. Bataille, en fin, cita esa parábola de Keynes como una suerte de alternativa
subterránea a la superficie árida de la economía.
Si el tesoro público metiera dinero en botellas, las enterrara a cierta profundidad en minas de
carbón abandonadas, las cubriera de escombros y luego encomendara a la iniciativa privada, de
acuerdo con los bien conocidos principios del laissez faire, la tarea de desenterrar el dinero, claro
está que siempre que se obtuviera el permiso para hacerlo por medio de las concesiones de
explotación del suelo donde están enterradas las botellas, desaparecería el desempleo, y gracias a
sus efectos, la renta real de la sociedad, e incluso su patrimonio aumentarían por encima de los
niveles actuales.
Enterrar plata en una botella en medio de la noche, otro complot más en la serie de
conjuras irónicas y políticas que circulan desde siempre y que yo quise discutir esta
tarde aquí con ustedes.

* Transcripción de la conferencia dictada el 15 de julio de 2001 en la Fundación Start de
Buenos Aires. Desgrabación de Guadalupe Salomón

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domingo, 16 de noviembre de 2008

Hijos del Hombre

Acabo de ver ésta película de Cuarón.

Mi crítica sesuda y analítica es: pppppffffff!

Sólo diré que la repiten en cable en Cinecanal el Miércoles 26 de noviembre, 22:00 hs.y el Sábado 27 de diciembre, 22:00 hs.

Bueno agrego algo: el nivel de realismo es escalofriante.

Dejo trailer y SoundtrackS...






Tracklist

1. Hush- Deep Purple
2. Witness (1 Hope)- Roots Manuva
3. Tomorrow Never Knows- Junior Parker
4. Sleepy Shores- Michael Price
5. The Court Of The Crimson (King Edit)- King Crimson
6. Backward- Kode9 And The Spaceape
7. Wait- The Kills
8. There Is An Ocean- Donovan
9. Ruby Tuesday- Franco Battiato
10. Money Honey- Pressure Feat. Warrior Queen
11. Arbeit Macht Frei- The Libertines
12. Indian Stomp- Cyrus (Random Trio)
13. Bring On The Lucie (Freda Peeple)- John Lennon
14. Running The World- Jarvis Cocker


DESCARGA


Agrego:



Tracklist:

1. Fragments Of A Prayer (15:23)
2. Eternity's Sunrise (10:54)
3. "War, He Sung, Is Toil And Trouble" (04:43)
G.F. Händel
4. Nun will die Sonn' so hell aufgeh'n (05:32)
Gustav Mahler
5. Threnody For The Victims Of Hiroshima (1951-61) (09:57)
Krzysztof Penderecki
6. Song Of The Angel (04:37)
7. The Lamb (03:20)
8. Mother And Child (12:39)
9. Mother Of God, Here I Stand (03:32)

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- cortesía últimovicio - pass: ultimovicio

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Voces

Recién estuve chupándo frío y viéndolas cantar. Excelentes cómo siempre. Liliana y Verónica dan ganas de romper una botella de quilmes y operarse de las cuerdas vocales con un cacho de vidrio.

Sus voces son...

mejor escucharlo.





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Link sustraído de otro lao.

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jueves, 13 de noviembre de 2008

La conquista del batch


Fábrica de Fallas
1º FESTIVAL DE CULTURA LIBRE Y COPYLEFT

15 Y 16 DE NOVIEMBRE DE 14 A 21 HS.
LA TRIBU | LAMBARÉ 873
ENTRADA LIBRE Y GRATUITA

Hay una leyenda urbana que cuenta que en 1947 se produjo un error en una computadora causado por una polilla que se había metido en ella. Para algunos, allí nació el concepto de “bug” para denominar un error en el software.

Como una fábrica de fallas, el festival, propone entrecruzar ideas y experiencias vinculadas a la cultura libre y el copyleft justo cuando ellas dejan de ser una simple manera de producir e intercambiar cultura y se transforman en un modo de habitar el mundo y vincularse con otrxs.

Música, software, cine, radio, libros, pintura, fotografía, comercio justo, web, tierra, semillas y conversaciones.

Más información en culturalibre.fmlatribu.com. Dudas, consultas o sugerencias a culturalibre@fmlatribu.com.


|| PROGRAMACIÓN ||

Conversaciones.

- Entrevistas exclusivas y en diferido con refentes de la cultura libre. Richard Stallman (FSL), Jimbo Wales (fundador de Wikipedia), David Bravo (Abogado y activista español, especialista en licencia libres), entre otros.

- "La propiedad es el robo, la cultura es el plagio". Cruces entre la propiedad de bienes materiales e intangibles. Enrique Chaparro (Fundación Vía Libre), Ángel Strapazzón (MoCaSE- VC)

- "Cita envenenada: crítica política de la web 2.0". Martín Becerra (UNQ) y Diego Levis (UBA).

- "Redes libres en Argentina: por una tecnología emancipadora". Buenos Aires Libre y Lugro-Mesh (Rosario).

- "Autodefensa digital: antídotos contra la sociedad del espectáculo". Conversación teórica-práctica. Ramiro Cosentino (Colectivo Platoniq) y Ariel Wainer (CaFeLUG).

La Copiona. Una computadora que almacena temas musicales liberados por sus autores. Vení, elegí música, copiala y llevátela.

Consultorio. Si traes tu compu, CaFeLUG y Ubuntu Argentina te instalan software libre y te enseñan a usarlo. Si ya lo tenés instalado, te resuelven tus dudas.

Cine. Proyecciones de cortos y largos liberados por sus autores. Si traes un DVD virgen, te los llevás de regalo.

Feria. Diferentes colectivos muestran, venden y comparten sus producciones libres.

Radio. Radio libre en vivo de 18 a 20 hs. Escuchala on-line por fmlatribu.com

Fotogalería. Muestra colectiva de fotografía libre. Si traes un CD virgen, te las llevás de regalo.
Abuelas Microsoft No. Degustación y distribución de las recetas que el imperio nos negó. Para comer, beber y compartir ingredientes secretos. Con la presencia de VodkaMiel (Compartiendo Capital)

Música. Durante toda la tarde música libre. Si traes un CD virgen, te la llevás de regalo.

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martes, 11 de noviembre de 2008

Macmann






Sorprendido por la lluvia lejos de todo abrigo, Macmann se detuvo y se acostó, diciéndose: “La superficie pegada al suelo permanecerá seca, mientras que de pie me mojaría todo por igual”, como si la lluvia fuera una simple cuestión de gotas-por-hora, como la electricidad. Así, pues, se tumbó de bruces, tras un momento de duda, ya que también hubiera podido colocarse en posición supina, o sobre uno de sus flancos, optando por un término medio. Pero le parecía que la nuca y la espalda hasta los ijares eran menos frágiles que el pecho y el vientre, sin darse cuenta, como si hubiera sido un cesto de tomates, de que todas esas partes están íntima y hasta indisolublemente ligadas las unas a las otras, por supuesto hasta que llegue la muerte, y a otras muchas de las que no tenía ni la menor idea, y que una gota de agua inoportuna, por ejemplo, en el cóccix, puede provocar espasmos del risorio durante años, como se aprecia cuando, después de atravesar un aguazal a pie, se pone uno a toser y a estornudar sencillamente, sin sentir en las piernas más que una especie de bienestar, quizá debido a la acción del agua de turba. Era una lluvia pesada, fría y vertical, lo que hacía suponer a Macmann que seria breve, como si hubiera relación entre la violencia y la duración, y que iba a poder levantarse al cabo de diez minutos, o un cuarto de hora, polvoriento por delante. Esa es en realidad la clase de historia que se ha contado toda su vida, diciéndose “Es imposible que esto dure mucho todavía.” Era una hora cualquiera de la tarde, imposible saber cuál; hacía horas y horas que duraba aquel día insulso; era, pues, por la tarde, muy, muy probablemente. El aire inmóvil, sin ser frío como en invierno, parecía sin promesa ni recuerdo de tibieza. Molesto por el agua que le llenaba el sombrero, atravesando la hendidura, Macmann se lo quitó y se lo puso en la sien, es decir, volvió la cabeza y puso la mejilla en el suelo. Sus manos estrujaban, al extremo de sus brazos separados, una mata de hierba cada una, con tanta fuerza como si se hallara agarrado a la vertiente de un precipicio. Continuemos esta descripción. La lluvia le batía la espalda con un ruido de tambor al principio, luego de colada, como cuando se remueve la ropa en el lavadero, con un ruido de gluglú y de succión, y percibía muy bien, y con interés, cuán diferentemente, desde el punto de vista sonoro, la lluvia caía sobre él y sobre la tierra, puesto que tenía la oreja, que está en el mismo plano que la mejilla o casi, pegada al suelo, cosa rara en tiempo de lluvia, y percibía esa especie de lejano crujido de la tierra cuando bebe y los suspiros de la hierba combada y goteante. Se le ocurrió la idea de castigo, acostumbrado a decir verdad a tal quimera, e impresionado probablemente por la postura del cuerpo y por los dedos crispados como por el sufrimiento. Y sin saber exactamente cuál era su culpa, se daba perfecta cuenta de que vivir no era castigo suficiente o de que ese castigo era en sí mismo una culpa, que reclamaba otros castigos, y así sucesivamente, como si pudiera haber alguna otra cosa además de la vida, para los vivos. Y sin duda se habría preguntado si era verdaderamente necesario ser culpable para recibir un castigo, de no tener el recuerdo, cada vez más atosigante, de haber accedido a vivir en su madre, para luego abandonarla. Pero tampoco en eso lograba descubrir su auténtica culpa, sino más bien un nuevo castigo, que no había sabido aprovechar y que en vez de limpiarle de culpa no había conseguido más que hundirlo más en ella. Y para ser sincero, poco a poco las ideas de culpa y de castigo se habían confundido en su mente como a menudo las de causa y efecto en los que todavía piensan. Y era temblando como a menudo sufría, y diciéndose: “Va a costarme caro.” Pero no sabiendo cómo arreglárselas para pensar y sentir adecuadamente, empezaba a sonreír sin motivo, como ahora, como entonces, pues está ya lejos aquella tarde, de marzo quizá, o de noviembre quizá, no, más bien de octubre, en que la lluvia lo sorprendió lejos de todo abrigo, a sonreír y a agradecer esta lluvia batiente y la promesa que en ella veía de estrellas para un poco más tarde, que iluminarían su camino y le permitirían orientarse, en caso de que lo deseara. Pues no sabia muy bien dónde se hallaba, salvo que se encontraba en la llanura, y que la montaña no estaba lejos, ni el mar, ni la ciudad, y que le bastaría un mínimo de claridad y algunas estrellas fijas para poder aproximarse sensiblemente a una, o al otro, o a la tercera, o para mantenerse en la llanura, según lo que hubiera decidido.

Pues para mantenerse allí donde sucede que uno se encuentra también se necesita claridad, a menos que uno quiera dar vueltas circulares, lo que resulta por así decirlo imposible en la oscuridad, o pararse en seco y no moverse más, hasta que la luz vuelva, y entonces uno se muere de frío, a menos que no haga frío. Pero Macmann habría sido más que humano, después de cuarenta o cuarenta y cinco minutos de espera confiada, viendo que la lluvia caía cada vez más fuerte y que el día terminaba, si no hubiera comenzado a lamentarse de lo que había hecho, es decir, acostarse en el suelo en vez de haber proseguido su camino, lo más en línea recta que le fuera posible, con la esperanza de ir a dar tarde o temprano con un árbol o con unas ruinas. En vez de sorprenderse por esa lluvia tan violenta y tan duradera, se sorprendió de no haber comprendido, a partir de las primeras gotitas, que iba a llover larga y violentamente, y que no debía detenerse y esperar, sino por el contrario continuar en línea recta, a ciegas, apresurando el paso, porque él era humano, hijo y nieto de humanos. Pero entre él y esos hombres serios y severos, con barbas al principio, con bigotes después, había esta diferencia, que la simiente de él jamás había hecho daño a nadie. Así, pues, sólo estaba unido a su especie por sus ascendientes, todos muertos, creyendo haberse perpetuado. Y el más vale tarde que nunca, que permite a los verdaderos hombres, a los verdaderos eslabones, reconocer su error, corregirse y precipitarse hacia el siguiente, no estaba al alcance de Macmann, quien a veces pensaba que no tendría bastante eternidad para arrastrarse y encenagarse en su mortalidad. Y sin llegar a eso, quien tanto ha esperado esperará siempre, y transcurrido un cierto plazo nada puede suceder, ni nadie venir, ni haber más que la espera que se sabe inútil. Quizá sea su caso. Y cuando uno muere (por ejemplo), es demasiado tarde, ha esperado demasiado, no se vive lo suficiente para poder detenerse. Quizá estaba allí. Pero se diría que no, aunque los actos apenas cuentan, lo sé, lo sé, ni lo que pasa por la cabeza. Sí, verdaderamente diríase que no. Porque habiéndose reprochado lo que había hecho, y su monstruoso error de apreciación, en vez de levantarse y ponerse en movimiento se volvió sobre la espalda, ofrendando así el pecho al diluvio. Y fue entonces cuando aparecieron al descubierto sus cabellos, por vez primera desde sus caminatas, con la cabeza descubierta, por su alegre campiña natal, su sombrero había quedado en el sitio que su cabeza acababa de abandonar. Pues cuando, acostado boca abajo en un lugar salvaje y por así decirlo sin límites, uno se vuelve sobre la espalda, se produce un desplazamiento lateral de todo el cuerpo, y de la cabeza con lo demás, a menos que lo evite adrede, y la cabeza se coloca a equis pulgadas aproximadamente del lugar en donde estaba, siendo equis la anchura de los hombros en pulgadas, pues la cabeza se halla justo en medio de los hombros. Pero si uno se halla en una cama estrecha, quiero decir justo lo bastante amplia para acogernos, un camastro, vaya, entonces uno se vuelve en vano sobre la espalda, y después boca abajo, y así continuamente, la cabeza queda siempre en el mismo lugar, a menos que uno la incline adrede hacia la derecha, hacia la izquierda, y hay sin duda quien se toma este trabajo, con la esperanza de encontrar un poco de frescor. Intentó mirar la masa negruzca y chorreante que era todo cuanto quedaba de aire y de cielo, pero la lluvia le dañó los ojos y los cerró. Entonces abrió la boca y permaneció largo tiempo así, con la boca abierta y las manos también, y lo más alejadas posible una de la otra. Porque, cosa extraña, tiene uno menos tendencia a asirse al suelo cuando está de espaldas que cuando está boca abajo, he aquí una curiosa observación que podría prestarse a fructíferos desarrollos. Y como una hora antes se había remangado para poder agarrarse con fuerza a la hierba, ahora volvió a remangarse de nuevo, para sentir la lluvia martilleándole las palmas, también llamadas los huecos de la mano, o la parte llana, depende. Y justo en medio..., pero olvidaba la melena, que desde el punto de vista del color era entonces al blanco más o menos lo que al negro el tinte de la hora, y por lo demás extremadamente larga por detrás y por ambos lados. Y en tiempo seco y ventoso juguetearía en la hierba a la manera casi de la misma hierba. Pero la lluvia la aplastaba contra el suelo y la amasaba con la hierba y con la tierra formando una especie de pasta fangosa, no una pasta fangosa, una especie de pasta fangosa. Y justo en mitad de su sufrimiento, pues uno no permanece tanto tiempo en semejante postura sin sentirse incómodo, empezó a desear que la lluvia no cesara nunca, ni por consiguiente su sufrimiento o dolor, porque era la lluvia la que lo hacía sufrir casi con seguridad, el permanecer acostado no tenía en sí nada particularmente desagradable, como si existiera una relación entre quien sufre y quien hace sufrir. Pues la lluvia podía cesar sin que él dejara de sufrir, del mismo modo como él podía dejar de sufrir sin que por ello la lluvia cesara. Y esa importante semiverdad la adivinaba quizá ya. Porque lamentando no poder pasar el tiempo que le quedaba de vida (y que le sería agradablemente reducido) bajo esa lluvia pesada, fría (sin ser helada) y perpendicular, ya postrado, ya tendido boca arriba, no estaba lejos de preguntarse si no se equivocaba al creer sufrir por su causa, y si en realidad su tormento no tenía otras causas. Porque a la gente no le basta con sufrir, necesitan el calor y el frío, la lluvia y su contrario que es el buen tiempo, y además el amor, la amistad, la piel tostada y la insuficiencia sexual y gástrica por ejemplo; en resumen, los furores y locuras demasiado numerosos afortunadamente para ser enumerados del cuerpo comprendiendo el cráneo y de sus marcos, me pregunto qué significa eso, tal el pie deforme, para que puedan saber con precisión qué es lo que se atreve a impedir que su felicidad sea sin mezcla. Porque es algo que uno difícilmente soporta ignorar. E incluso se ha visto a rigoristas no parar hasta haber determinado si su sarcoma estaba en el píloro o si por el contrario estaba más bien en el duodeno. Pero estos son vuelos para los cuales Macmann carecía aún de alas, y más bien era una criatura prosaica por naturaleza, y poco hecha para la razón pura, sobre todo en las circunstancias en que hemos tenido la suerte de circunscribirle. Y a decir verdad estaba por su temperamento más próximo a los reptiles que a los pájaros y podía sufrir sin sucumbir mutilaciones masivas, sintiéndose mejor sentado que de pie y acostado que sentado, de modo que se acostaba y se sentaba con el menor pretexto y sólo se levantaba para partir de nuevo cuando el struggle for life o ímpetu vital le quemaba el culo. Y gran parte de su existencia ha debido de transcurrir en una inmovilidad de piedra, por no decir las tres cuartas partes, e incluso las cuatro quintas, inmovilidad de superficie durante los primeros tiempos, pero que se apoderó poco a poco no diré que de sus partes vitales, pero sí al menos de su sensibilidad y entendimiento.

Samuel Beckett, de "Malone muere"

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