lunes, 24 de diciembre de 2007

El resplandor de las Atochas

El director Jorge Gil presenta su documental sobre la represión de las redes anarquistas coruñesas en el verano de 1937



El hecho de que en la zona de las Atochas se encuentre la sede del Ateneo Ricardo Mella o de que, simplemente, aún esté enraizada en sus paredes esa imborrable Alaura que tanto significa no es algo anecdótico. Si el anarquista era, a principios de siglo, el mayor movimiento sindical de Occidente, y si A Coruña era, junto a Barcelona, uno de los radios principales del anarquismo ibérico, los barrios de Monte Alto y la Silva eran los faros rojinegros que hacían sombra a La Torre de Hércules: dos intensos fulgores en el abismo. De eso habla El resplandor de las Atochas, un documental dirigido por Jorge Gil y producido por Lúa Films en colaboración con Televisión de Galicia y la Comisión para la Recuperación de la Memoria Histórica, que esta tarde se presenta en el paraninfo de la universidad coruñesa.

Perla volvió a la vida al ver que le devolvían el nombre a su calle: Liberdade
"La base del documental fue el roteiro que, coordinado por la CRMH y guiado por Lino Braxe, tuvo lugar el 29 de junio pasado en Monte Alto", afirma el director argentino afincado en Galicia. Un homenaje escalofriante en el que los protagonistas no fueron los intelectuales que, como Manuel Rivas, Xurxo Souto o Manuel Lugrís, lo apoyaron con sus voces, sino "los familiares de aquellos militantes libertarios que, en el 37, fueron asesinados por los fascistas". Partiendo de la Praza da Leña y finalizando en el Campo de Marte, "el documental sigue la estela del roteiro, estructurado en diez puntos claves donde vivían o trabajaban aquellos defensores de la libertad". Diez esperanzas "desarticuladas", diez telones teñidos de sangre, que Jorge Gil simboliza en su obra con una decena de instantáneas sobre las que resuenan otros tantos disparos.

En esa vuelta a la memoria expansiva, la memoria de los muertos inserida en la memoria de los vivos, escuchamos a Iria Leis hablar de Basilia Álvarez, una peixeira apodada A Corales que ingresó en la sección coruñesa de Mulleres Libres, o al historiador Eliseo Fernández destacar el papel de "militantes concienciadas" como María Otero, Alicia Dorado o Consuelo Meitín. Nombres que ahora no dicen nada pero que entonces se cuchicheaban en los umbrales de las Atochas con un signo de admiración. "Las mujeres tuvieron una importancia clara", corrobora Gil, "no sólo como correos o sustentos de las redes clandestinas sino como figuras activas del movimiento, hasta el punto de que algunas también fueron fusiladas".

Por la calle Marconi, por el masónico crisol del antiguo Cine Hércules; por la rúa da Torre, por las ruinas enharinadas de aquellos hornos refractarios donde los hijos de los humildes hacían pan de sus manos, van encendiéndose nuevamente los ojos de José y de Antonio Torres, de María Seijas, de Alejandro Basilio Palacios, de José Villaverde, de Joaquín Otero, de José Sánchez Triñanes, de tantas y tantos hombres y mujeres casi imposibles de creer. Forjadores de una utopía siempre plausible a los que este documental hace, por fin, verdadera justicia. Un caso especialmente dramático fue el de la familia González, cuyos miembros abarcaban todo el espectro izquierdista de la época. Al restallar el golpe, José González, anarquista, Rogelio González, comunista, y María González, socialista, fueron acribillados a tiros en su propia calle. Su hermano Joaquín apenas tenía 18 años. Durante la posguerra, O panadeiro González jamás dejó de enfrentarse al Régimen en la medida de sus posibilidades, y, entre las muchas actividades que llevó a cabo, se cuenta la creación de la Asociación de Veciños de Monte Alto, donde aún hoy se le recuerda.

"Lo que más me emocionó de este trabajo fue la respuesta no sólo de los familiares de las víctimas sino de los propios vecinos que, como Perla Torreiro, salieron de sus casas para unirse al homenaje". Gil se refiere a una mujer que, al saber que los participantes en el roteiro estaban restituyéndole a la rúa Disciplina su nombre original, Liberdade, volvió a la vida. "Yo nací en esa calle", afirma ella en el documental, "y cuando los franquistas le cambiaron el nombre, sentí como si dejara de existir. Pero al ver a toda esa gente poniendo de nuevo la palabra Liberdade, pensé: Perla ya está viva".

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