viernes, 7 de diciembre de 2007

De una entrevista a Abelardo Castillo

Un tolstoiano, no?
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Usted no pertenece a una generación muy preocupada por las Sagradas Escrituras, ni siquiera por su enorme potencia literaria.

-Es que yo me eduqué en un colegio religioso e iba a ser sacerdote, hasta los quince años, cuando perdí la fe. Y nunca hice demasiada diferencia entre cristianismo, comunismo o anarquismo. Además pasé la juventud rodeado de judíos. Tuve una formación judeo-cristiana real. Tiene que ver con mi niñez. Mi primera obra, a los veintidós, fue El otro Judas. Allí sostengo que hubo un pacto entre Jesús y Judas, no una traición. Jesús le avisa a Judas que ése era el momento de entregarlo. Porque eran las Pascuas y allí se reunían millones de judíos. Se sacrificaban doscientos cincuenta mil corderos en los mataderos del Templo. Era el momento ideal. Estaban dadas todas las condiciones para que un líder mesiánico dijera: "Bueno, terminemos con el Imperio".

-En las cuevas se encontraron fundamentalmente rollos con manuscritos del Antiguo Testamento.

-Se encontraron también rollos esenios que tienen vínculos muy cercanos con el Nuevo Testamento. Incluso aparece allí la expresión "Hijo de Dios", tal como aparecerá después en los evangelios. Hay muchos materiales que nunca se tradujeron porque en ese tema están involucrados los tres poderes religiosos más importantes: los cristianos, los judíos y los mahometanos. A nadie le conviene que le cambien las cosas. Van Hutten dice que hay una confabulación en la que tiene que ver la Iglesia Católica y se refiere también a una intriga ligada al Museo Palestino, que cambia sucesivamente de poder pero nunca es un museo internacional. Curiosamente, detrás de cada una de las guerras del Oriente Medio hay un gran hallazgo arqueológico.

-¿Qué alega Van Hutten para ocultar esos hallazgos?

-Pregunta, por ejemplo, qué hubiera pasado en los sesenta cuando todos eran zelotes y había que cambiar el mundo. El sostiene que los reformadores sociales, los Marx y los Bakunin, le tenían un miedo irracional al cristianismo y leían a Hegel cuando tenían que haber leído a San Pablo. Sin darse cuenta de que en los libros cristianos había un componente violento grandísimo.

-¿Por qué lo obsesionan estos temas ahora?

-Ya te digo. No es de ahora. A los veintidós años escribí la obra de teatro El otro Judas que causó bastante escándalo. Después escribí Las piedras de Jericó, también basada en datos arqueológicos. En esa época me dijeron: "Pero vos querés escribir la Biblia en verso". Y yo les contesté: "La Biblia ya está en verso". Ahí ya está todo, desde el encuentro erótico del Cantar de los Cantares hasta las aventuras más sorprendentes y escabrosas. Yo no abandoné estos temas, los dejé en el fondo de mí mismo. Tal vez estaba mal visto en la época de El escarabajo de oro que un escritor ateo de izquierda se ocupara de ciertos temas. Humberto Costantini leía hebreo de entrecasa. Y después escribía cuentos realistas que respondían más al modo de ser de la época. Yo creo ser un escritor religioso. Que la fe se haya retirado de mí es una cosa al margen.

-¿Eso es posible?

-Se puede ser cristiano sin creer que Jesús era el Hijo del Dios o el Mesías. Es una ética, un sentido particular del amor al prójimo. Creo que Jesús era muy duro en una época de conductores de hombres muy duros. Si te pegan en una mejilla hay que poner la otra. Pero no te dicen qué hay que hacer cuando te pegan en la segunda. Ahí sos libre. Unamuno decía que, en esos casos, hay que poner la mejilla del otro a la miseria.

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