Obscurecidos por la impunidad
"El viernes se cumple un año del incendio del taller textil trucho de Caballito en el que murieron seis personas. Pero la que aún no cumplió fue la Justicia, ya que no hay detenidos y sólo dos personas, los que manejaban el taller, están procesados. Tampoco hubo avances importantes en otra causa, la que investiga el tráfico ilegal de personas desde Bolivia y su reducción a la servidumbre"
Del Clarín de hoy.
El siguiente artículo era publicado en "Hijos del pueblo" el órgano de prensa de la Red Libertaria, en los momentos en que se produjo la "tragedia" (masacre).
Iluminados por el fuego
Nuevamente es el fuego el que ilumina, como iluminó el fondo de las cavernas en el principio de los días del hombre.
Lo malo del fuego es que no sólo ilumina, sino que también calcina.
Así, hace ya muchos años el fuego quemó mujeres, trabajadoras textiles encerradas por el patrón y sus cadáveres en llamas iluminaron una vez más el grotesco rostro del capital.
Hace mucho menos tiempo, el fuego volvió a atacar, unos 200 jóvenes eran la leña de un infierno que la burguesía político-empresaria sostiene al ras de la tierra. La luz iluminó un individuo, lamentablemente no alcanzó a alumbrar ante los ojos del pueblo al Estado todo, el fuego sólo incineró un cadáver político y tras arder éste se apaciguó, pero sólo por un tiempo...
Hace menos tiempo aún el fuego arrasó con un taller textil y con las trabajadores y sus niños dentro. Esta vez el fuego iluminó una realidad también oculta por las sombras que arrojan los altos edificios de los bancos y de las televisiones: la esclavitud.
No ya la esclavitud asalariada con las que nos tienen atrapados los grandes capitales de todo el mundo, ésta es más dura, una que retrotrae los tiempos a la Gran Bretaña de comienzos de la Revolución Industrial y es llevada adelante por los “compatriotas de la burguesía nacional”.
Todo comienza en el norte, allá en Bolivia, en pleno centro de La Paz, en dónde una costurera cobra $ 0.50 cada larga hora de su larga jornada de 14 horas de trabajo.
Así en esas condiciones es muy fácil resultar tentado por una propuesta de trabajo en Buenos Aires en dónde se pueden gozar de los beneficios de la esclavitud por unos $ 0.90 la hora.
Allí las propuestas de trabajo son dirigidas preferentemente a chicas de entre 10 y 15 años, que en lo posible provengan del campo y sean analfabetas.
Una vez en Buenos Aires, aquellos que tengan la enorme dicha de no ser destinados a la prostitución, serán encerrados a trabajar 6 días semanales, y se les retirarán sus documentos bolivianos para infringirles miedo de salir a la calle. Aquellos trabajadores un poco más instruidos que quieran conseguir documentación argentina deberán tramitarla a través del Consulado en dónde se les requerirán unos $ 300 sólo para iniciar los trámites.
Es que el Cónsul, González Quint no tiene ningún interés en que sus “compatriotas” obtengan documentación legal, sino todo lo contrario. Así lo demuestra la persecución que desatara contra su principal denunciante Gustavo Vera de “La Alameda” a través de su radio comunitaria aliada “Estación Latina” y organizando una triste serie de parodias de manifestaciones en dónde los explotados clamaban por la libertad de explotación en beneficio de los patrones. Cuando uno se pregunta cómo puede tener lugar una manifestación de esas características se encuentra con dos clases de respuesta: en primer lugar los líderes de la comunidad “instan” a los Bolivianos residentes en la Argentina a hacerles vacío a aquellos que se rebelan señalándolos como antipatriotas que embarran la imagen de su amada nación Bolivia, ante el mundo, con sus denuncias, y en segundo lugar, la estructura económica se encarga del resto, aquellos que accedan a la legalización ya no serán contratados por nadie.
Se calcula que hay en la Argentina 1.000.000 de inmigrantes “indocumentados”, ante los hechos del incendio en los medios se habló de 300 talleres textiles clandestinos entre la Ciudad y la Provincia de Buenos Aires. Hasta aquí hemos mirado abajo, el infierno al ras de la tierra, ahora los números nos llevan a ver la otra cara del fenómeno, veamos que pasa allá en lo alto, en el paraíso de los bolsillos que rebalsan, en donde el fuego sólo aparece a la hora de encender un puro.
Los defensores más consecuentes del “capitalismo serio” y sus más grandes beneficiarios, los medios masivos de incomunicación se encargan de tranquilizar conciencias argumentando que los explotadores son coreanos, o en todo caso algún que otro “judío” y algún “turco”. Esta operación es muy común, pretende instalar la idea de que nuestra honesta y brillante “burguesía local” no tiene nada que ver en esto. Lo que los medios omiten informar es que esos “judíos” y esos “turcos” son tercera generación de argentinos, es decir, nietos de aquellos inmigrantes extranjeros de distintos países que la simplificación grosera a reducido a la identificación de “judíos” y turcos” Por otra parte sean del origen que sean los esclavistas, éstos no hacen más que vender el grueso de la producción a la burguesía “local”.
Ahora bien, ésta producción que el empresariado local compra, no hace más que agregarle la marca y distribuirlo para la venta. El precio al que llega al mercado una sola de éstas prendas nos da una idea de los beneficios del negocio y de lo conveniente que son éstas condiciones para sus beneficiarios. Precios que podemos observar en alguna vidriera en la capital, precios que tal vez no podamos pagar o que tal vez debamos hacerlo en cuotas, ya que tener un pantalón comprado nuevo es un lujo que no todos podemos darnos, precios que van de en el caso de los pantalones de los $ 30 a los $ 150 en el caso de los de marca, pero esto no es todo, de éstos talleres también se abastecen quienes venden mercancías de lujo. La firma Graciela Naum, firma de un prestigio tal como para que pudiera vestirse en ella la actual princesa de Holanda Máxima Zorriegueta, fue denunciada por ello por el mismo Gustavo Vera. Realmente no conocemos los precios de dicha firma pero no creemos equivocarnos si los imaginamos muy superiores a los $ 150. Supongamos el porcentaje de ganancia para éstos empresarios, un 500%, un 800%, un 1000%, tal vez nos quedemos cortos. Lo que sí sabemos es que ésta estructura productiva reproduce en pequeño la estructura de distribución del ingreso del país, nos muestra en trabajo y en vidas humanas, la brecha entre ricos y pobres de la que habláramos en nuestra nota de coyuntura del número anterior.
Pero esto no es todo, en el paraíso también se pasean serviles los funcionarios de Estado. Aquellos que garantizan la continuidad del sistema, esto ocurre en la Provincia del hombre que intentó equipar a la policía con picanas eléctricas, esto ocurre en la ciudad del gobierno cromagñón. La estructura clandestina de los boliches, los talleres textiles y de otros rubros, los geriátricos truchos en donde hacinan y dopan a los viejos, los colectivos de pasajeros y micros de escolares con el límite de antigüedad prorrogado, los hospitales atestados de enfermos, etc., son lugares que el Estado no ve, su función es no verlos, la clase dominante parapetada en él necesita mantener todo esto en las sombras.
Y las sombras se disipan cuando las ilumina el fuego.
Lo bueno del fuego es que no sólo ilumina, sino que también calcina.
Que la unión horizontal de la clase sea la hoguera en que se calcine el parásito burgués.
Que el fuego de los trabajadores organizados queme y purifique el paraíso de los pocos.
Que el pueblo obrero ilumine el camino al paraíso de todos.
Del Clarín de hoy.
El siguiente artículo era publicado en "Hijos del pueblo" el órgano de prensa de la Red Libertaria, en los momentos en que se produjo la "tragedia" (masacre).
Iluminados por el fuego
Nuevamente es el fuego el que ilumina, como iluminó el fondo de las cavernas en el principio de los días del hombre.
Lo malo del fuego es que no sólo ilumina, sino que también calcina.
Así, hace ya muchos años el fuego quemó mujeres, trabajadoras textiles encerradas por el patrón y sus cadáveres en llamas iluminaron una vez más el grotesco rostro del capital.
Hace mucho menos tiempo, el fuego volvió a atacar, unos 200 jóvenes eran la leña de un infierno que la burguesía político-empresaria sostiene al ras de la tierra. La luz iluminó un individuo, lamentablemente no alcanzó a alumbrar ante los ojos del pueblo al Estado todo, el fuego sólo incineró un cadáver político y tras arder éste se apaciguó, pero sólo por un tiempo...
Hace menos tiempo aún el fuego arrasó con un taller textil y con las trabajadores y sus niños dentro. Esta vez el fuego iluminó una realidad también oculta por las sombras que arrojan los altos edificios de los bancos y de las televisiones: la esclavitud.
No ya la esclavitud asalariada con las que nos tienen atrapados los grandes capitales de todo el mundo, ésta es más dura, una que retrotrae los tiempos a la Gran Bretaña de comienzos de la Revolución Industrial y es llevada adelante por los “compatriotas de la burguesía nacional”.
Todo comienza en el norte, allá en Bolivia, en pleno centro de La Paz, en dónde una costurera cobra $ 0.50 cada larga hora de su larga jornada de 14 horas de trabajo.
Así en esas condiciones es muy fácil resultar tentado por una propuesta de trabajo en Buenos Aires en dónde se pueden gozar de los beneficios de la esclavitud por unos $ 0.90 la hora.
Allí las propuestas de trabajo son dirigidas preferentemente a chicas de entre 10 y 15 años, que en lo posible provengan del campo y sean analfabetas.
Una vez en Buenos Aires, aquellos que tengan la enorme dicha de no ser destinados a la prostitución, serán encerrados a trabajar 6 días semanales, y se les retirarán sus documentos bolivianos para infringirles miedo de salir a la calle. Aquellos trabajadores un poco más instruidos que quieran conseguir documentación argentina deberán tramitarla a través del Consulado en dónde se les requerirán unos $ 300 sólo para iniciar los trámites.
Es que el Cónsul, González Quint no tiene ningún interés en que sus “compatriotas” obtengan documentación legal, sino todo lo contrario. Así lo demuestra la persecución que desatara contra su principal denunciante Gustavo Vera de “La Alameda” a través de su radio comunitaria aliada “Estación Latina” y organizando una triste serie de parodias de manifestaciones en dónde los explotados clamaban por la libertad de explotación en beneficio de los patrones. Cuando uno se pregunta cómo puede tener lugar una manifestación de esas características se encuentra con dos clases de respuesta: en primer lugar los líderes de la comunidad “instan” a los Bolivianos residentes en la Argentina a hacerles vacío a aquellos que se rebelan señalándolos como antipatriotas que embarran la imagen de su amada nación Bolivia, ante el mundo, con sus denuncias, y en segundo lugar, la estructura económica se encarga del resto, aquellos que accedan a la legalización ya no serán contratados por nadie.
Se calcula que hay en la Argentina 1.000.000 de inmigrantes “indocumentados”, ante los hechos del incendio en los medios se habló de 300 talleres textiles clandestinos entre la Ciudad y la Provincia de Buenos Aires. Hasta aquí hemos mirado abajo, el infierno al ras de la tierra, ahora los números nos llevan a ver la otra cara del fenómeno, veamos que pasa allá en lo alto, en el paraíso de los bolsillos que rebalsan, en donde el fuego sólo aparece a la hora de encender un puro.
Los defensores más consecuentes del “capitalismo serio” y sus más grandes beneficiarios, los medios masivos de incomunicación se encargan de tranquilizar conciencias argumentando que los explotadores son coreanos, o en todo caso algún que otro “judío” y algún “turco”. Esta operación es muy común, pretende instalar la idea de que nuestra honesta y brillante “burguesía local” no tiene nada que ver en esto. Lo que los medios omiten informar es que esos “judíos” y esos “turcos” son tercera generación de argentinos, es decir, nietos de aquellos inmigrantes extranjeros de distintos países que la simplificación grosera a reducido a la identificación de “judíos” y turcos” Por otra parte sean del origen que sean los esclavistas, éstos no hacen más que vender el grueso de la producción a la burguesía “local”.
Ahora bien, ésta producción que el empresariado local compra, no hace más que agregarle la marca y distribuirlo para la venta. El precio al que llega al mercado una sola de éstas prendas nos da una idea de los beneficios del negocio y de lo conveniente que son éstas condiciones para sus beneficiarios. Precios que podemos observar en alguna vidriera en la capital, precios que tal vez no podamos pagar o que tal vez debamos hacerlo en cuotas, ya que tener un pantalón comprado nuevo es un lujo que no todos podemos darnos, precios que van de en el caso de los pantalones de los $ 30 a los $ 150 en el caso de los de marca, pero esto no es todo, de éstos talleres también se abastecen quienes venden mercancías de lujo. La firma Graciela Naum, firma de un prestigio tal como para que pudiera vestirse en ella la actual princesa de Holanda Máxima Zorriegueta, fue denunciada por ello por el mismo Gustavo Vera. Realmente no conocemos los precios de dicha firma pero no creemos equivocarnos si los imaginamos muy superiores a los $ 150. Supongamos el porcentaje de ganancia para éstos empresarios, un 500%, un 800%, un 1000%, tal vez nos quedemos cortos. Lo que sí sabemos es que ésta estructura productiva reproduce en pequeño la estructura de distribución del ingreso del país, nos muestra en trabajo y en vidas humanas, la brecha entre ricos y pobres de la que habláramos en nuestra nota de coyuntura del número anterior.
Pero esto no es todo, en el paraíso también se pasean serviles los funcionarios de Estado. Aquellos que garantizan la continuidad del sistema, esto ocurre en la Provincia del hombre que intentó equipar a la policía con picanas eléctricas, esto ocurre en la ciudad del gobierno cromagñón. La estructura clandestina de los boliches, los talleres textiles y de otros rubros, los geriátricos truchos en donde hacinan y dopan a los viejos, los colectivos de pasajeros y micros de escolares con el límite de antigüedad prorrogado, los hospitales atestados de enfermos, etc., son lugares que el Estado no ve, su función es no verlos, la clase dominante parapetada en él necesita mantener todo esto en las sombras.
Y las sombras se disipan cuando las ilumina el fuego.
Lo bueno del fuego es que no sólo ilumina, sino que también calcina.
Que la unión horizontal de la clase sea la hoguera en que se calcine el parásito burgués.
Que el fuego de los trabajadores organizados queme y purifique el paraíso de los pocos.
Que el pueblo obrero ilumine el camino al paraíso de todos.
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